Los estudios médicos han descubierto que la incidencia de los paros cardiacos repentinos entre los deportistas profesionales es superior a la del resto de la población, y el fallecimiento de Piermario Morosini, jugador del Livorno, durante un partido de la Serie B italiana disputado en abril fue solo uno de los cinco casos de muerte súbita por paro cardiaco que se han producido en el fútbol en los últimos meses. Así pues, no es ninguna sorpresa que la atención médica de urgencia en el fútbol fuese uno de los temas que suscitaron debates más intensos en la segunda Conferencia Médica, celebrada en Budapest.
El primer día de la conferencia, el catedrático Efraim Kramer, de la Universidad Witwersrand de Johannesburgo, llevó a cabo una presentación acerca de los primeros auxilios para el personal paramédico, y solicitó que se facilitase a todos los profesionales relacionados con la asistencia sanitaria en el fútbol formación al respecto, que incluya la reanimación cardiopulmonar (RCP) específica para este deporte. Pidió también que se usasen desfibriladores automáticos externos, que deben ser “absolutamente obligatorios” en todos los partidos de fútbol, siguiendo siempre la máxima “ABC”, según sus siglas en inglés: Automatic external defibrillator, Blow whistle, Commence match (desfibrilador automático externo, hacer sonar el silbato, comienzo del partido).
Normalmente se recurre a los médicos de los equipos para tratar todo tipo de lesiones que se producen dentro del campo, ya sean rutinarias o más graves, pero no es muy habitual que deban hacer frente a un episodio cardiaco. Por lo tanto, para muchos de los asistentes a la conferencia, el taller impartido por Kramer durante la primera tarde sirvió para recordar —de manera muy oportuna— cómo efectuar la RCP y el uso correcto del desfibrilador. Kramer puso unos vídeos que enseñaban a los participantes las señales reveladoras de un paro cardiaco repentino, e hizo una demostración de la técnica de la RCP con un muñeco de plástico.
“El tiempo tiene una importancia totalmente fundamental”, explicó. “Disponemos de entre tres y cinco minutos para aplicar una descarga a una persona normal que sufra una parada cardiaca, pero con un paciente que padezca miocardiopatía hipertrófica [una enfermedad del músculo cardiaco] tenemos unos 120 segundos para llegar hasta él. Y si hay que llegar hasta ese paciente en dos minutos para aplicarle una descarga eléctrica dentro de la cancha, es necesario un plan, contar con el material y con gente que esté atenta a lo que pasa”.
El cardiólogo sudafricano recalcó que la RCP únicamente es útil si a continuación se utiliza un desfibrilador, y resumió la situación de forma escueta y honesta: “Si hay un partido de fútbol, hace falta un desfibrilador. Si no se tiene un desfibrilador, ya se puede ir buscando un ataúd”.
Casos con final feliz
El Presidente de la FIFA, Joseph S. Blatter, abordó el tema de los paros cardiacos repentinos durante su alocución inaugural el segundo día de la conferencia. “Desde el Secretariado General de la FIFA, enviamos cartas de condolencias a una asociación nacional casi todas las semanas, porque ha muerto alguien”, afirmó. “Si mueren por cuestiones de edad o por una enfermedad, es una desgracia, pero si mueren dentro del terreno de juego es responsabilidad nuestra, así que debemos trabajar para evitar que sucedan estas cosas”.
Los médicos de equipo y los directivos futbolísticos que se dieron cita en el centro HungExpo de Budapest para asistir al segundo día de la conferencia oyeron otra historia de un caso de paro cardiaco repentino ocurrido recientemente, aunque esta con final feliz. El centrocampista del Bolton Wanderers Fabrice Muamba se desplomó dentro del campo durante un partido de la FA Cup que enfrentaba a su equipo con el Tottenham Hotspur en marzo, pero gracias a la reacción rápida y eficaz de todos, desde el personal médico que se hallaba junto a la línea de banda hasta el árbitro, sobrevivió.
El colegiado que dirigía aquel choque, Howard Webb, quien actuó en la Copa Mundial de la FIFA Sudáfrica 2010™, y el médico del Bolton, Jonathan Tobin, subieron al estrado para contestar a las preguntas del doctor Michel D’Hooghe, Presidente de la Comisión de Medicina de la FIFA, y del profesor Jiri Dvorak, Jefe Médico de la FIFA, y explicaron cuál fue su actuación para mantener con vida a Muamba.
“El balón estaba parado, iba a realizarse un saque de puerta en el minuto 41”, dijo Webb. “Me giré y vi a Fabrice Muamba en el suelo, tumbado boca abajo, sin nadie cerca, era evidente que se trataba de algo más que una simple lesión, y me di cuenta de que había que hacer algo rápido para proporcionarle cuidados médicos especializados. La primera obligación del árbitro es proteger a los jugadores”.
Webb también habló del valor que otorga a la medicina futbolística y a sus profesionales: “Para alguien que ama el fútbol como yo lo amo es un auténtico placer estar en presencia de gente que comparte ese amor y que pone su pericia al servicio del bienestar de los participantes”.
El médico del equipo, Tobin, reveló que la capacitación ante las urgencias que habían recibido de antemano él y sus colegas fue completamente decisiva para que no hubiese que lamentar males mayores en este incidente. “Estaba claro que había pasado algo grave, por la reacción inmediata de los jugadores y la de Howard Webb, al pedir ayuda”, indicó. “Como médico, uno piensa en cómo va a afrontar esta situación delante del público y de las cámaras de televisión. Me alegré al descubrir que toda la formación y la preparación a la que nos sometimos, la organización, todo, se puso en marcha, y todos supimos qué hacer. Todos sabían dónde estaba el material, y el equipo que atendió a Fabrice pudo actuar tal y como se le había enseñado”.
Al igual que Muamba, el estadounidense Craig Hulse, estudiante de Derecho, sobrevivió a un paro cardiaco repentino, en su caso mientras jugaba un partido en Washington D. C. hace tres años. Subió al estrado para explicar cómo le salvó la rápida reacción de un compañero suyo de equipo, que tenía formación médica. “En cuanto mencioné el pecho, corrió directamente hacia un parque de bomberos que había al otro lado de la calle, y cuando sufrí el paro cardiaco llegó una ambulancia y me aplicó el desfibrilador camino del hospital, devolviéndome la vida”, contó. “Me desperté unas 24 horas más tarde, con un dispositivo implantado, y los médicos me dijeron que tenía una cardiopatía. Desde entonces me he sometido a operaciones para tratarla, y los médicos me han dicho que de ahora en adelante solo voy a tener unas pocas limitaciones en mis capacidades atléticas”.
Y si bien su ejemplo sirve para animar a Muamba y a otros jugadores —un paro cardiaco repentino no significa necesariamente que haya que colgar las botas—, quizás fue el propio Hulse quien resumió de manera más convincente por qué se habían reunido los médicos en Budapest durante los dos días de la conferencia: “El fútbol es vida para cientos de millones de personas, pero sin vida no hay fútbol”.
En el Congreso de la FIFA de mayo de 2012, Dvorak y D’Hooghe propusieron que la FIFA ofreciese un desfibrilador a cada una de las asociaciones miembro, algo con lo que coincidió el Presidente Blatter.